La de Raquel Madrid es una historia de aceptación, podíamos decir. A ella le ha costado lo suyo, pero ha sabido canalizar cada faceta de su vida en la que ha experimentado un duelo para volcarlo todo en Hay cuerpos que se olvidan, la obra con la que participa este año en la Feria de Teatro en el Sur de Palma del Río con su compañía 2 Proposiciones Danza. Desde la epifánica visita al teatro en la que su profunda vocación se destapó viendo La Casa de Bernarda Alba en sus años de instituto y tuvo que aceptar que lo suyo, probablemente, ya no sería el derecho, a la inspiradora fase en la que la vida le amenazó con que probablemente tampoco fuese el teatro. Momento en el que la artista, que dirige su propia obra, aceptó que si bien sí lo era, lo sería con todas sus consecuencias. Del humor como salvavidas y el drama como imposición, la onubense afincada en Sevilla, se saca una obra de danza contemporánea en la que el espectáculo negocia con el público hasta que acepta que en la danza contemporánea de drama sureño también puedes reírte.
– Vienes con una obra rodada.
– Bueno para mi el rodaje es ir descubriendo cada matiz y cosas que cuando empezaste no eras consciente e ir profundizando en la obra. Y, sin darte cuenta, que las cosas salgan de otra manera. Es que el teatro está vivo, si no, es como ver una peli.
– En Palma te enfrentas a un público especializado y a un público que no lo es tanto. En una obra de danza contemporánea como el tuyo, ¿es un reto llegar a todo el mundo?
– Cuando yo me pongo a trabajar en un espectáculo lo hago pensando en un público general. No especialista. mi teoría es que no le puedes gustar a todo el mundo y, a veces, porque es nuestro trabajo, hacemos obras para público especializado, que son muy buenos, pero yo aspiro a que todo tipo de público sea capaz de disfrutar. A la hora de enfrentarme al trabajo siempre empiezo desde el no especializado. Pienso, ‘esto lo tiene que entender mi madre’, que mi madre por mucho que sea mi madre no está acostumbrada al teatro si no es para verme a mí. Yo quiero que mi familia, si vienen mis tíos, mis padres, mis amigas y que todos lo entiendan. La danza contemporánea toca muchos puntos de sugerencias, de sensaciones… eso está ahí. Entonces, meternos siempre en ese mundo… a mi me gusta que también tenga un mensaje claro. Yo vengo del teatro y la estructura aristotélica, presentación-nudo-desenlace, me gusta que esté presente y trabajo desde esa perspectiva teatral.
-Del teatro a la danza.
-La danza siempre ha estado presente. Yo me he estado trabajando en muchas cosas y formándome en muchos ámbitos. Entonces, ataco la danza en el 2006 de manera independiente desde una perspectiva muy teatral. La mezcla lo que tiene es que mientras te estás formando estás desubicada. Nunca sientes que estás en tu sitio y eso, hasta que no pasa el tiempo, no te das cuenta de que es un valor. Yo quería entrar en sitios que no me correspondían. Lo mío no es ni teatro, ni danza, ni circo… es este y es lo que hay. Es el que me define. Lo importante es encontrarte donde estás. ¡Que me creo yo que sé donde estoy!
– Cuéntanos qué vamos a ver en Hay cuerpos que se olvidan.
– Ha sido el resultado de un proceso de dos años de trabajo de dos años donde con esta crisis cultural y escénica que vivimos me plantee si seguir o no y si tenía algo que contar o no en escena. Entonces, empecé en una residencia en CICUS, empezando de cero, con papel en blanco, que eso no lo había hecho nunca, sin ninguna idea. A ver qué salía durante un mes. Y de ahí salió la idea de la pieza y esta, obviamente, tenía que ver con las fases de un duelo. La negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. En este, caso sobre la profesión.
– Es, entonces, una alegoría.
– Sí. Es alegórico porque no es excesivamente explícito en cuanto a quién o qué ha fallecido o desaparecido.
– ¿Cómo transmites eso a través de la danza teatro?
– Yo he trabajado con José Francisco Ortuño, que es dramaturgo y director de cine, y entonces, normalmente yo le cuento sobre lo que quiero trabajar. Le expliqué la idea. Y, lo mismo, negocias la idea, te cabreas porque no lo entienden, te enfadas porque no salen… y al final llego a un punto en el que lo acepto y tiro para adelante. Te das cuenta de que las fases del duelo están en todos los ámbitos de la vida: depresión de los cuarenta, rabia adolescente, aceptación de la vejez… Se van repitiendo y siempre estas en alguna de ellas en distintas facetas. Todo esto, esta pelotera mental, se la lanzo al dramaturgo y establecemos como queremos contar las distintas fases: por escenas, con o sin texto… Siempre en pro de que se entienda la obra. No es solo danza conceptual.
– La obra parte de una base autobiográfica, en una etapa de tu vida en la que te planteas dejar las artes escénicas. ¿Tú crees que podrías dejarlo y dedicarte a otra cosa?
– No. De hecho, yo acabe en la aceptación. Si tú eres bailarina, baila. Yo este espectáculo lo hice de manera independiente y sin dinero, pidiendo todo tipo de favores y era un poco mi despedida dentro de lo que es institucional o profesional, en el sentido de «la danza es así». Yo he sido autónoma, cooperativista, ya no se puede ser nada más, gracias a Dios, existe GNP y entonces es como ‘Tengo que hacer esto y no se de qué manera pero ya no me voy a cuestionar más. Vamos a empezar a aceptarme de una vez.
– La idea de dejarlo te vino por la crisis de las artes escénicas. ¿Porqué flaquea el teatro?
– Por la falta de apoyo institucional. En nuestra gran Comunidad Autónoma andaluza, donde se fue Franco y llegó el PSOE, cada cuatro años, cada vez que cambia el equipo de gobierno parece que entra un partido nuevo. No se cuentan lo que han hecho ni en que punto se encuentra la profesión de las artes escénicas y empiezan desde cero. El ciclo es dos años para enterarse, otros dos para hacer cosas y otra vez desde cero. Al final lo tenemos que hacer todo nosotros. No es normal. Cuando había dinero y yo trabajaba en el circuito andaluz de las artes escénicas… ¡la de bolos que yo hacía!, lo más grande. No se hizo esa gestión de público por parte de la Junta de Andalucía, de los ayuntamientos. Si hubiesen hecho un trabajo de captación de público y todo lo que me están pidiendo ahora… lo teníamos que haber hecho hace 20 o 15 años. Cuando daba igual que hubiese dos personas en el público porque había dinero. Y esto solo a nivel andaluz. Yo cada vez que voy a las ferias internacionales, porque yo trabajo en la Federación Estatal de Compañías y Empresas de Danza, a Japón, a Corea, a Montreal, a Nueva York.. tienes tu stand de Cataluña y todo el mundo sabe donde está porque llevan media vida haciéndolo. Y nosotros estamos haciendo ahora ese trabajo. Vamos con 10 años de retraso y buscando apoyos. Hay una cosa que no cuesta dinero, se llama ‘presumir’, ¿y si nuestros políticos presumieran de nosotros? Del trabajo de sus artistas. Pero es que ni eso. Ahí está el problema. Los artistas sí hacemos los deberes. La suerte que tienen es que amamos nuestro trabajo. Lo hemos aceptado, si yo soy bailarina, yo bailo. Pero se olvidan de que esto es un trabajo.
– Amor a tu trabajo, el de bailarina. ¿De dónde viene esa vocación?
De toda la vida. Yo soy de Huelva y eso es el desierto cultural, pero yo era ‘Mariquilla, la fantástica’ y, cuando estaba en COU, fui a ver Bernarda Alba al teatro y dije ‘esto me gusta’ y me dijeron ‘pues esto se estudia’. Yo iba para Derecho y digo ‘y sí…’ e hice las pruebas. Empecé por curiosidad, por no quedarme con las ganas de intentarlo. Por no hacerme mayor y arrepentirle de no haber probado. Me dijeron que no en el Centro Andaluz de Teatro porque era muy chica y entre en Arte Dramático.
-Le has dado mucha importancia a la música en esta obra.
-Sí. Se la intento a dar siempre, la verdad. La música es muy importante. Es la atmósfera de tu historia. Fue lo que me ayudó a definir la historia. Me habían cedido un espacio para actuar y pensé, ‘tienes un sitio gratis para bailar, ¡ponte musicón!’ me empecé a poner vinilos que a mi me gustan y comencé a currar con esto y, de repente empezaron a salir las fases de duelo. A mi me gusta mucho Tarantino y era la época de Django desencadenado y la banda sonora de esa peli me alucinó. Cogí a Ennio Morricone y flipé. Además, vivo en el Arco de la Macarena y tengo los ensayos de las bandas todos los días… no hay que renegar lo que una es. Yo no suelo poner música porque mi vecina de enfrente, que canta fatal la mujer, está cantando todo el día, desde el Último de la Fila a Mecano de cassette y luego otro enfrente que canta opera. ¿Qué hago yo poniendo música? Al final eso es lo que eres. Tendrás que hablar de eso.
– ¿Es más drama o comedia?
– Como con la música, a mí me gustan las mezclas. Los límites. De un lado a otro. Y eso es lo más difícil. La gente viene con la idea de ‘danza contemporánea, serio’, y encima habla del duelo, más serio. Y yo voy de negro y ya la gente es que va sufriendo. Y yo intento que el público sea libre y si algo le hace gracia que se ría. Eso es lo que me cuesta, que el público entienda que es libre. Un poco como en Todo sobre mi madre, cuando Antonia San Juan se está descojonando con las lagrimas todavía del monólogo de la Cecilia. Eso.
– ¿Qué es para ti el paso por Palma?
– Llevo desde el primer día representando a la Federación. Pero hoy, como compañía, para mí venir a Palma me sirve para saber como estoy siendo recibida dentro de la profesión. Saber cómo va mi trabajo. Es como un termómetro. Si te hablan, si te conocen… Y veo si estoy haciéndolo bien. Más que para vender.
– ¿Qué has visto?
Incubo Teatro, que cada vez bailan mejor y la música es maravilla. Después me fui a ver Convoy, de Horacio Macuácua, que era estreno y me gusto mucho. Ayer fui a ver Quejío, yo he trabajado en La Cuadra varios años, luego vi Alas Circo y luego a Fernando Hurtado.
– Bueno, para acabar, en vista de tu opinión sobre cómo está la salud el teatro en Andalucía, ¿nos preparamos para el duelo?
– ¡Uy, qué pereza! Yo no tengo ganas. Estoy en la aceptación.