El Día Mundial del Teatro se celebra cada años el 27 de marzo, una iniciativa creada por el Instituto Internacional del Teatro (ITI) en 1961, con la finalidad de poner en valor el teatro como manifestación artística indispensable y fundamental para el individuo y las sociedades. El mensaje oficial de este año está firmado por la actriz francesa Isabelle Huppert, mensaje que reproducimos a continuación:
«Bueno, pues aquí estamos otra vez. Reunidos nuevamente en primavera, 55 años después de nuestra reunión inaugural, para celebrar el Día Mundial del Teatro. Tan sólo un día, 24 horas, es lo que se dedica a conmemorar el teatro alrededor del mundo. Y aquí estamos en París, primera ciudad del mundo en cuanto a los grupos de teatro que atrae, para venerar el arte del teatro.
París es una ciudad del mundo, idónea para acoger las tradiciones teatrales del planeta en un día de celebración; desde aquí, en la capital francesa podemos transportarnos a Japón al experimentar el teatro Noh y Bunraku, trazar una línea desde aquí a formas de pensar y expresiones tan diversas como la Ópera de Pekín y el Kathakali; el escenario nos permite permanecer suspendidos entre Grecia y Escandinavia mientras nos dejamos arropar por Esquilo e Ibsen, Sófocles y Strindberg; nos permite ir y venir entre Gran Bretaña e Italia mientras resonamos con Sarah Kane y Pirandello. En el espacio de estas 24 horas podemos vernos transportados de Francia a Rusia, de Racine y Molière a Chejov; incluso podemos atravesar el Atlántico siguiendo un impulso de la inspiración para trabajar en un campus en California, ayudando a algún o alguna joven estudiante de allí a abrirse camino en el mundo del teatro.
De hecho, el teatro tiene una vida tan palpitante que desafía el tiempo y el espacio; sus obras más contemporáneas se nutren de los logros alcanzados en siglos pasados, e incluso los repertorios más clásicos cobran modernidad y vitalidad cada vez que se interpretan de nuevo. El teatro renace siempre de sus cenizas, despojándose solo de sus convenciones anteriores para manifestarse a través sus nuevos y modernos formatos; es así como se mantiene vivo.
Así pues, el Día Mundial del Teatro no es, evidentemente, una fecha cualquiera que podamos dejar perderse en una continua sucesión de días. Es un día que nos permite acceder a un inmenso continuo espacio-temporal a través de la inmensa majestad del canon teatral mundial. Para poder conceptualizar esta idea, permitidme que cite a un dramaturgo francés, tan brillante como discreto, Jean Tardieu. Al pensar en el espacio, Tardieu dice que lo sensato es preguntar «¿cuál es el camino más largo entre uno y otro?»… Para el tiempo, nos sugiere medir, «en décimas de segundo, el tiempo que se tarda en pronunciar la palabra ‘eternidad'»… Respecto al espacio-tiempo, sin embargo, nos dice: «antes de quedarte dormido, fija tu mente en dos puntos del espacio, y calcula el tiempo que se tarda, en un sueño, en ir de uno a otro». Son las palabras en un sueño las que siempre han quedado fijadas en mi mente. Es como si Tardieu y Bob Wilson se hubieran encontrado. También podemos resumir la singularidad temporal del Día Mundial del Teatro citando las palabras de Samuel Beckett, que hace decir, en su estilo expeditivo, a su personaje Winnie: «Oh que bonito día habrá sido». Al pensar en este mensaje, que me siento honrada de haber sido elegida para escribir, recordé todos los sueños de todas esas escenas. Por ello, bien podría decirse que no he acudido sola a esta sala de la UNESCO; cada uno de los personajes que he interpretado en toda mi vida se encuentra hoy aquí conmigo, papeles que aparentemente se desvanecen cuando cae el telón, pero que han conformado una suerte de vida subterránea en mi interior, esperando a ayudar o a destruir los papeles que vengan a continuación; Fedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche DuBois… Asimismo me complementan, a día de hoy, todos los personajes que he amado y aplaudido como espectadora. Y es por ello que pertenezco al mundo entero. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, neoyorquina, marsellesa, filipina, argentina, noruega, coreana, alemana, austriaca, inglesa, una auténtica ciudadana del mundo, en virtud de la amalgama de personas que residen en mi interior. Porque es aquí, en el escenario y en el teatro, donde encontramos la auténtica globalización.
En el Día Internacional del Teatro de 1964, Laurence Olivier anunció que, tras más de un siglo de luchar por ello, acababa de crearse un Teatro Nacional en el Reino Unido, que él quería transformar inmediatamente en un teatro internacional, al menos en cuanto a su repertorio. Sabía bien que Shakespeare pertenecía al mundo entero.
En mis estudios previos para escribir este mensaje, me alegré de saber que el mensaje inaugural del Día Mundial del Teatro en 1962 le fue confiado a Jean Cocteau, un candidato idóneo por su autoría del libro ‘Vuelta al Mundo en 80 Días (Mi Primer Viaje)’. Esto me hizo darme cuenta de que yo he dado la vuelta al mundo de manera diferente. Lo he hecho en 80 espectáculos o en 80 películas. E incluyo en esto las películas porque yo no hago diferencias entre representar una obra teatral y representar una película, que es algo que me sorprende cada vez que lo digo, pero es verdad, es así, no veo diferencia alguna entre las dos cosas.
Cuando hablo aquí no soy yo misma, no soy una actriz, tan solo soy una de las muchas personas que el teatro utiliza como conducto para existir, y es mi deber ser receptiva a este hecho, o dicho de otro modo, nosotros no hacemos existir al teatro. Más bien es gracias al teatro que nosotros existimos. El teatro es muy fuerte. Resiste y sobrevive a todo, las guerras, la censura, la penuria.
Baste decir que «el escenario es una escena desnuda de un tiempo indeterminado»: todo lo que precisa es un actor. O una actriz. ¿Qué van a hacer? ¿Qué van a decir? ¿Hablarán? El público espera, y lo sabrá, porque sin público no hay teatro, no olvidéis nunca esto. Una sola persona ya es un público. ¡Pero esperemos que no haya demasiadas localidades vacías! Las producciones de Ionesco siempre llenan las salas, y él representa este valor artístico con gran candidez y belleza poniendo, al final de una de sus obras, en labios de una anciana las palabras: «Sí, sí, morir en plena gloria. Muramos para entrar en la leyenda… al menos tendremos nuestra calle…».
El Día Mundial del Teatro existe desde hace 55 años. En 55 años, soy la octava mujer invitada a pronunciar un mensaje, si es que a esto se le puede llamar un ‘mensaje’, claro está. Mis predecesores (¡ay, cómo se impone el género masculino de la especie humana!) hablaron del teatro de la imaginación, de la libertad y de la originalidad para evocar la belleza, el multiculturalismo y formular preguntas incontestables. En 2013, hace tan solo cuatro años, Darío Fo dijo: «La única solución a la crisis reside en la esperanza de la gran caza de brujas contra nosotros: de esta forma emergerá una nueva diáspora de actores, quienes indudablemente sabrán derivar a partir de esta represión beneficios inimaginables al encontrar una nueva forma de representación». Beneficios Inimaginables – parece una bonita formula, digna de ser incluida en cualquier discurso político, ¿no les parece?…
Encontrándome como me encuentro en París, a pocas semanas de unas elecciones presidenciales, quisiera sugerir que aquellos que parecen ansiar gobernarnos sean conscientes de los beneficios inimaginables que trae consigo el teatro. Pero también quiero remarcar: ¡nada de caza de brujas!
El teatro para mí representa al otro, es diálogo, y es la ausencia de odio. ‘Amistad entre las gentes; bueno, yo no sé muy bien lo que esto significa, pero yo creo en la comunidad, en amistad entre espectadores y actores, en la unión duradera entre las gentes a quienes une el teatro: traductores, educadores, diseñadores de vestuario, artistas escénicos, académicos, practicantes y público. El teatro nos protege, nos cobija… yo pienso que el teatro nos ama… tanto como nosotros lo amamos a él… Recuerdo a un anticuado director de escena para quien trabaje, que antes de que se levantara el telón cada noche solía gritar, con voz firme y potente: ¡Abrid paso al teatro!’ Y esas serán mis últimas palabras esta noche».
Por Isabelle Huppert.